El proyecto tenía como máxima premisa el respeto al paisaje existente, tanto en su topografía inicial como en la vegetación ya consolidada; se trataba de rehabitar un espacio salvaje. Por este motivo la dicotomía entre arquitectura y naturaleza son constantes en este entorno, se trataba de arquitecturizar los mínimos elementos posibles, pero eso si, los más salvajes: taludes geometrizados, agua parametrizada, iluminación como fugas de luz… de este modo se aumenta la tensión entre ambos elementos: arquitectura y paisaje.
Como referencia de los jardines del pintoresquismo, inglés en este se suceden una serie de plataformas las cuales permiten amoldarse al terreno. En cada una de estas plataformas tienen lugar diferentes fitoepisodios que son utilizados para el uso de las diferentes partes del programa funcional. No se trata de tener un paisaje para contemplar o para pasear, sino de tener un entorno natural rehabitado y usado por sus ocupantes.
La vegetación, sin lugar a dudas, es el verdadero protagonista. El máximo respeto por lo existente y la incorporación de especies autóctonas que vayan creciendo por si solas y colonizando el espacio dará la oportunidad a la naturaleza de aumentar esa tensión con existente.